DEPORTE Y NOSTALGIA: “Pepita” Cárdenes: una de las “tres marías” del paracaidismo catamarqueño (Publicado en El Esquiú, Catamarca)
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“Pepita” Cárdenes. Una de las “Tres María”, fueron, en la década del 60, las primeras tres paracaidistas de Catamarca
Influyeron para lograr esta realidad la existencia del viejo Regimiento
Aerotransportado 17 – disuelto en 1997, durante el gobierno de Carlos Menem - y
el aeródromo de Choya, el único operativo que poseía la provincia antes de la
inauguración del aeropuerto “Felipe Varela”.
El regimiento, por donde pasaron miles de soldados catamarqueños, se
imponía como una de sus obligaciones otorgar aptitud de paracaidista a
soldados, oficiales y suboficiales y aportaba toda la logística, desde los
aviones hasta el bombi, una construcción que permitía el entrenamiento de
soldados y civiles antes de comenzar a lanzarse al aire. Era un simulacro que
completaba las tareas de entrenamiento.
En Choya, mientras tanto, había mayor desarrollo para los civiles y allí se llevaban a cabo las competencias nacionales, como aquella histórica de 1970 que consolidó como figura nacional a “Pucho” Argerich, uno de los grandes cultores del paracaidismo.
En Choya, mientras tanto, había mayor desarrollo para los civiles y allí se llevaban a cabo las competencias nacionales, como aquella histórica de 1970 que consolidó como figura nacional a “Pucho” Argerich, uno de los grandes cultores del paracaidismo.
Las “Tres Marías”
Promediando la década del 60, en medio del furor del paracaidismo,
surgieron algunas circunstancias que muchos catamarqueños desconocen. En un
deporte que era “exclusivo para hombres” aparecieron, en el firmamento
catamarqueño, tres mujeres paracaidistas que quedaron grabadas en el
inconsciente social como “las tres Marías”. Es que tenían el nombre común de
nuestra Madre del Valle y, en su honor, seguramente así las llamaron sus
progenitores.
María Josefa Cárdenes, María Angélica Aparicio y Mary Cruz. Fueron, en
la década del 60, las primeras tres paracaidistas de Catamarca. Después le
siguió una decena de aficionadas que engrandecieron al Club de Paracaidistas.
El Esquiú pudo hablar y rememorar épocas de nostalgia con la primera de
las nombradas, conocida en el ambiente como “Pepita” quien, a los 73 años, no
pierde su humildad y nos cuenta hasta el último detalle de su transitar por un
deporte que requería de condiciones especiales.
“Mi historia en el paracaidismo mucho tiene que ver con ‘el joven
Rodríguez’ (aclaramos que este “joven”, que también participó del reportaje,
tiene actualmente 75 años). Era el presidente del Club de Paracaidistas
Catamarca que funcionaba en la esquina de Colón y General Roca, a metros de mi
casa. Supo entusiasmarnos y nos metimos en esta hermosa experiencia.Por cierto, se requería mucha gimnasia, a los efectos de lograr una fortaleza corporal que resulta imprescindible para la actividad. Al principio íbamos a presenciar los vuelos de adaptación de los jóvenes del Ejército. Lo hacíamos en un avión Douglas, al que los soldados y suboficiales le sacaban los asientos. La cuestión era primero ver y decidir. Después completamos la preparación saltando desde el bombi que estaba emplazado en dependencias del Regimiento 17.
Esa tarea fue sacrificada, pero fundamental para adquirir la fuerza y saber caer desde el espacio aéreo. Así fue como llegamos al primer salto, desde un avión Cessna, y nos dimos cuenta que era cuestión de animarse nomás. Saltamos primero en el Río del Valle y también lo hicimos con frecuencia en el aeródromo de Choya. Nuestro instructor era el “Pucho” Argerich que, con solo 18 años, ya tenía una gran trayectoria.
El nos concientizó que lo fundamental era llegar a tierra con las piernas flexionadas y lo más sueltas posible. A partir de eso momento se nos hizo una rutina el entrenar y saltar. Participábamos de todas las programaciones del Ejército y de las fiestas de mitad y de fin de año. Nunca dejaron de invitarnos”, nos relata.
Uno de los tantos desfiles cívico-militar de comienzos de los años 70. Encabezan la marcha las paracaidistas María Josefa “Pepita” Cárdenes, María Angélica Aparicio y Mary Cruz.
Argerich y Rodríguez
Durante la entrevista, “Pepita” no deja de reconocer la influencia que
tuvieron en su carrera tanto “Pucho” Argerich como Ramón Rodríguez. El primero
como instructor y el segundo como conductor del club. “Todos éramos unidos y no
existían los egoísmos. Hemos sido muy compañeros. Fue un grupo compacto de
amistad y respeto con los muchachos”, sintetiza.
“Argerich, que llegó a ser campeón argentino, nos enseñó todo. Desde
recomendarnos la condición física hasta el manejo del paracaídas en las
diversas circunstancias. De derecha a izquierda, de adelante o de atrás, el
plegado de las cuerdas, etc. Todo se siente en la cabeza.
Con el tiempo fuimos a competir a Córdoba, la plaza principal, y los cordobeses también venían aquí, lo mismo que los paracaidistas de Mendoza. Sobre las sensaciones que se sienten debo decir que son varias. Al principio había un lejano temor, después la ansiedad y sentir la satisfacción mayor al abrirse el paracaídas. Yo salté con los automáticos, de 400 ó 500 metros. No lo hice con los comandados con los cuales se lanzaban desde 1.000 ó 2.000 metros. Nunca tuve problemas con la apertura, sea de espalda o de pecho. Y la satisfacción era grande porque concurrían a vernos muchas mujeres o al momento de recoger el paracaídas venían los chicos de la escuela del barrio Piloto a recibirnos”, cuenta “Pepita” y agrega “del señor Rodríguez solo tengo palabras de agradecimiento. Mi madre no quería que fuera paracaidista, pero Rodríguez la convenció que me dejara”.
Con el tiempo fuimos a competir a Córdoba, la plaza principal, y los cordobeses también venían aquí, lo mismo que los paracaidistas de Mendoza. Sobre las sensaciones que se sienten debo decir que son varias. Al principio había un lejano temor, después la ansiedad y sentir la satisfacción mayor al abrirse el paracaídas. Yo salté con los automáticos, de 400 ó 500 metros. No lo hice con los comandados con los cuales se lanzaban desde 1.000 ó 2.000 metros. Nunca tuve problemas con la apertura, sea de espalda o de pecho. Y la satisfacción era grande porque concurrían a vernos muchas mujeres o al momento de recoger el paracaídas venían los chicos de la escuela del barrio Piloto a recibirnos”, cuenta “Pepita” y agrega “del señor Rodríguez solo tengo palabras de agradecimiento. Mi madre no quería que fuera paracaidista, pero Rodríguez la convenció que me dejara”.
También destaca a los pilotos de la época en las personas de Tito de la
Colina, Aparicio y Bertero y nos cuenta que decidió el retiro cuando, por el
paso de los años, le costaba mantener el ritmo de gimnasia y debía comenzar a
trabajar, independiente de que el club trasladó su sede a Choya. Influía,
asimismo, el hecho de haber dejado de contar con la ayuda del Ejército. Sin
embargo, mantiene la sensación hermosa de ver desde el aire a la Catedral
Basílica, el dique El Jumeal o la pista choyana, donde según la dirección del
viento, debía caer.
UNA FOTO CON LARGA HISTORIA. Allí están las “Tres Marías”
paracaidistas. En el centro-derecha lo hace “Pepita”, nuestra
entrevistada. También otros integrantes del Club de Paracaidistas Catamarca,
entre ellos un grande de verdad: “Pucho” Argerich (primero de la izquierda)
Docente con méritos propios
La nota con “Pepita” incluyó también sus vivencias como docente y como
puntal, durante mucho tiempo, de la Fábrica de Alfombras.
“Efectivamente fui profesora de dibujo en la Escuela Técnica N° 2,
también en el 4to año del Colegio del Huerto –hoy Fasta- y de la Escuela
Rivadavia, en el ciclo primario. Pero las mayores energías las puse en la
fábrica de Alfombras.
Allí me tocó hacer los diseños, a los cuales volcaba en papel cuadriculado milimetrado. Los trabajos de mayor importancia, por ejemplo, se los hice para la señora Amalia Lacroze de Fortabat, Amalita. Uno de ellos, de 5 metros por 10 y 10, fue una alfombra en forma de U para el costado y pie de la cama. Otra para cubrir la escalera de mármol que tenía descansos circulares. Una verdadera obra de arte. También hacíamos escudos con hilos de distintas calidades y hubo trabajos con 140 ó 400 nudos, algunos de los cuales fueron considerados entre los mejores del mundo. Antes de retirarme de este oficio, me sucedieron en el trabajo una chica Yapura y ahora un chico Rodríguez. Como el paracaidismo, fue una labor que me apasionó”.
Allí me tocó hacer los diseños, a los cuales volcaba en papel cuadriculado milimetrado. Los trabajos de mayor importancia, por ejemplo, se los hice para la señora Amalia Lacroze de Fortabat, Amalita. Uno de ellos, de 5 metros por 10 y 10, fue una alfombra en forma de U para el costado y pie de la cama. Otra para cubrir la escalera de mármol que tenía descansos circulares. Una verdadera obra de arte. También hacíamos escudos con hilos de distintas calidades y hubo trabajos con 140 ó 400 nudos, algunos de los cuales fueron considerados entre los mejores del mundo. Antes de retirarme de este oficio, me sucedieron en el trabajo una chica Yapura y ahora un chico Rodríguez. Como el paracaidismo, fue una labor que me apasionó”.
Producción y redacción: Rafael Andrés Bruno.
Ficha personal
Nombre: María Josefa Cárdenes.
Apodo: “Pepita”.
Fecha de Nacimiento: 27 de agosto de 1946.
Lugar: San Fernando del Valle de Catamarca.
Edad: 73 años.
Hermanos: Edith y Carlitos.
Esposo: Luis Navarro Santana.
Hijos: Claudio, Cecilia, Luis, Karenina, Lucila y Carlos.
Nietos: 11.
Hincha: Boca Juniors.
Actividad principal: Profesora de Diseño.
Otros deportes que practicó: básquetbol y Pelota al Cesto.
Ramón Rodríguez, puntal de la actividad
Fue por muchos años el titular del Club de Paracaidistas, que en
realidad era un club escuela. Y conoce el tema en profundidad, a punto tal de
desentrañar todos sus secretos.
Pero primero nos habla de “Pepita” y de las chicas que se sumaron al
mundillo del paracaidismo.
“Fue una de las integrantes de las tres Marías. Vivía a la vuelta de la
sede, en Colon y Roca, y como cualquier vecino veía todo el movimiento que
desarrollábamos. Preguntó si las mujeres podían ser paracaidistas y se le
aclaró que la actividad no solo era para los varones. De esa forma se integró
al club y dio la casualidad que aparecieron otras chicas que hicieron el mismo
curso y saltaron para la misma época.
De esta forma puedo nombrar a las otras “Marías”: María Angélica Aparicio y Mary Cruz. Desde entonces, siempre aparecieron juntas y tomaban parte de todos los desfiles y acontecimientos en los que se incluía al paracaidismo. Debo aclarar que tiempo después, quizá por imitación, se incorporaron otras chicas y llegamos a tener en el club a 11 de ellas, algo inédito a nivel país. Ningún club tenía esa cantidad”.
De esta forma puedo nombrar a las otras “Marías”: María Angélica Aparicio y Mary Cruz. Desde entonces, siempre aparecieron juntas y tomaban parte de todos los desfiles y acontecimientos en los que se incluía al paracaidismo. Debo aclarar que tiempo después, quizá por imitación, se incorporaron otras chicas y llegamos a tener en el club a 11 de ellas, algo inédito a nivel país. Ningún club tenía esa cantidad”.
“Corajudas”
Recordando los viejos tiempos, Rodríguez nos cuenta del arranque de las
chicas y nos dice lo siguiente:
“Las chicas, al igual que los soldados de la época, practicaban los
saltos en el bombi, que simula el fuselaje del avión y que fue construido por
exsoldados que volvieron de Córdoba y tuvieron la inquietud de hacerlo en el
Regimiento 17. Después venían los saltos definitivos desde los aviones y la
verdad que, para los varones, hacerlo desde los 2.000 metros costaba. Las
mujeres eran más corajudas. Tienen ellas un temple especial…subían y eran
decididas. Es más. Había alumnos que no se animaban por temor a lo desconocido,
lo que no ocurría con las chicas. Los padres, está claro, tenían ciertos
temores. Yo, inclusive, tenía un hermano que iba a la pista a cuidarme. Sin
embargo, recuerdo, alguna vez tuvimos una emergencia aislada. Fue cuando la chica
Aparicio quedó colgada por haberse abrochado el cinturón de seguridad. Por
suerte, actuamos rápido y superamos el momento crítico”.
También nos habla Rodríguez de sus vivencias personales.
“Las vivencias que siente el paracaidista no se pueden explicar. Subir y
tirarse es único. Es un momento sublime. Nosotros, todos, tuvimos intensa
actividad hasta los años 90, que es cuando se perdió el avión 207 en un
accidente y nos quedamos sin el arma fundamental para hacer paracaidismo. Una
lástima porque nuestro club fue, en su momento, el principal del país. Tanto es
así que aquí se realizaban las competencias nacionales y la provincia, durante
la Fiesta del Poncho, era una fiesta total.
Hacíamos en paralelo campeonatos de precisión y estilo. Igualmente de figuras en el aire y conste que lo hacíamos con paracaídas de la segunda guerra mundial. Había veces que la intensidad del viento obligaba a saltar a los paracaidistas prácticamente sobre el cerro mismo. Esas alternativas duplicaban la atracción y la motivación de muchos chicos. En el club trabajábamos con mucha gente, en algunos momentos más de 30. Algunos venían de otros deportes como el Gordo Mutquín; el señor Correa, que era suegro de Yusi Amigot, una persona muy querida en Villa Cubas o Leiva. De todos ellos nos fuimos distanciando por trabajo o estudio”.
Hacíamos en paralelo campeonatos de precisión y estilo. Igualmente de figuras en el aire y conste que lo hacíamos con paracaídas de la segunda guerra mundial. Había veces que la intensidad del viento obligaba a saltar a los paracaidistas prácticamente sobre el cerro mismo. Esas alternativas duplicaban la atracción y la motivación de muchos chicos. En el club trabajábamos con mucha gente, en algunos momentos más de 30. Algunos venían de otros deportes como el Gordo Mutquín; el señor Correa, que era suegro de Yusi Amigot, una persona muy querida en Villa Cubas o Leiva. De todos ellos nos fuimos distanciando por trabajo o estudio”.
Tal es la pasión de Ramón Rodríguez que, a los 75 años, no descarta
volver a sentir las emociones del paracaidismo.
“Mire. El paracaidismo es algo que cuesto muy mucho dinero. Las horas de
vuelo hay que pagarlas. Pero no pierdo las esperanzas que, alguna vez, la
provincia puede volver a contar con un avión para hacer paracaidismo. Y como
para esto no hay límite de edad, sino simplemente hay que aprobar el examen
físico, yo me anoto siempre”.
FIGURA EXCLUYENTE.
Don Ramón Rodríguez, un conocedor profundo del paracaidismo. El fundador y extitular del
club nos habló de la actividad y de la participación de las mujeres. A los 75
años mantiene vivas las emociones por un deporte que prácticamente ha
desaparecido de Catamarca.
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